Hay un chiste que habla del cambio sobre psicólogos que siempre me ha parecido que esconde una gran verdad.
¿Cuántos psicólogos hacen falta para hacer un cambio de bombilla?
Uno, y que la bombilla quiera cambiar.
Cuando alguien viene a terapia, podemos asumir que quiere cambiar. A veces descubrirá que el cambio que necesita hacer no es el que se imaginaba, pero ya está en búsqueda para producir un cambio en su vida.
El cambio es posible
Sin embargo, hay personas que no creen que el cambio sea posible. Quieren, pero no creen que puedan y se resignan. Sospecho que muchas de esas personas jamás van a terapia. ¿Para qué lo iban a hacer, si no sirve de nada? Así, hay muchas personas que llevan deprimidos años, incluso décadas. Puedes sustituir deprimida por cualquier cosa que se te ocurra, por ejemplo, alguien puede tener ansiedad desde hace años. ¿Qué ocurre aquí?
Huye de internet buscando el cambio
En la era de internet, ahora tenemos acceso a información que antes no teníamos para conseguir el cambio. Por ejemplo, ahora las personas pueden buscar los diagnósticos de problemas mentales que hay y “auto diagnosticarse”. No lo hagáis nunca. Siempre parece que los tienes todos, y por eso solo debe diagnosticar un profesional, un psiquiatra.
¿Pero qué ocurre cuando alguien se auto diagnostica? Pues muchas veces lo vivimos como si un médico nos hablase de una enfermedad.
Como si un virus de algo llamado “depresión” o “ansiedad” se hubiese colado en nuestro cuerpo, y ahora no podemos hacer nada salvo pedir un medicamento.
Los trastornos mentales no son un “virus”
Nada más alejado de la realidad. Los trastornos mentales no son un “virus” son formas de relacionarse con uno mismo. E incluso en los trastornos con mayor base orgánica, la actitud y la manera de gestionar lo que sentimos es vital. Lo que nos sucede a nivel emocional puede cambiar, y la terapia es la manera eficaz de abordarlo.
Déjame repetirlo: se puede cambiar. No tiene por qué ser fácil, pero para eso estamos los terapeutas, para ayudar con las cosas que cuestan.
En terapia, devolver esta esperanza de que se puede cambiar es de las cosas más importantes. Si no, la sensación es como de darse de bruces con un muro. Detrás de esa desesperanza hay toda una historia de aprendizajes emocionales y de intentos de arreglar las cosas que se tuercen y salen mal. Todo eso merece un espacio y merece ser escuchado. Pero no nos merecemos que esa desesperanza nos guíe y llevar una vida resignados.
A veces observo con preocupación como en los medios de comunicación o en las redes sociales se habla de temas de salud mental con ese tono desalentador. A veces son personas que han perdido la esperanza después de intentarlo una y otra vez, y esas historias me mueven a la compasión y la frustración porque nadie les haya ayudado.
Otras veces, son personas que sin entender el peso de sus palabras atacan a la psicología y a la psiquiatría y dan a entender que una persona no puede cambiar.
El cambio es contínuo
Claro que podemos cambiar. Estamos cambiando continuamente. Hoy no eres la misma persona que la semana pasada, aunque te sientas igual. Ni siquiera te relacionas de la misma manera con todo el mundo en un mismo día. Nuestra forma de ser con los demás y con nosotros mismos viene aprendida de todo lo que hemos sentido a lo largo de nuestra vida. Cambiar eso puede ser difícil y a veces lento, pero no es algo inamovible. No está escrito en piedra.
La gente suele opinar lo mismo con la personalidad. Piensan “bueno, Fulanito es X” y luego se sorprenden cuando Fulanito no reacciona como esperan. Piensa en una persona tímida, por ejemplo, ¿es igual de tímida con su mejor amiga? Probablemente no.
Eso ya habla de que esa persona puede ser diferente. A veces necesitamos prestar atención a las pequeñas cosas que cambian, para darnos cuenta de que todo es más fluido de lo que creemos.
Di adiós a las etiquetas
Las personas tendemos a “solidificar” las etiquetas que ponemos al mundo y a otros, para simplificar y entender el mundo mejor. Si Fulanito es tímido, ya conozco a Fulanito y sé que esperar de él todo el día. El problema es que esas etiquetas son mucho más maleables de lo que aparentan. Si no nos damos cuenta, nos perderemos lo que realmente está sucediendo. La mente tiende a hacer estos “atajos” para ahorrar esfuerzo a la hora de entender el mundo, pero no significa que este siempre bien.
Muchas veces creemos que no podemos cambiar el pasado, por ejemplo. Que siempre nos sentiremos igual porque X cosa sucedió, porque alguien importante murió, etc. Aun no se ha inventado la máquina del tiempo, pero si se puede trabajar con los recuerdos. Lo que te hizo sentir de una manera, puede hacerte sentir de otra.
No quiero decir con esto que podamos elegir un recuerdo y borrarlo, o teñirlo de color de rosa. No hacemos milagros. Pero quizás puedas perdonarte aquello que hiciste, enfrentarte a aquello que te dio tanto miedo, expresar como te sentiste a aquella persona que falleció, etc. Entre el negro y el rosa hay muchos tonos que explorar, y puede sorprenderte el poder de la terapia para hacerte sentir de otra manera. No extirpamos nada, pero lo acogemos todo.
Conclusión para el cambio
Para finalizar una última observación: aquellos que más rápido cambian en terapia son los que más creen que pueden cambiar. Por favor, no uses esto para meterte prisa en tu cambio terapéutico. Desde luego no es el único factor que influye, pero, sin embargo, no falla. Cuando alguien cree que puede cambiar, forcejea menos con los obstáculos y cambia más rápido. Cuando no lo cree, el cambio se frena mucho. Tiene sentido, ¿no?
Si estas en terapia, o pensando en ir a terapia, y no crees que puedas cambiar, te propongo que lo hables con tu terapeuta. Explora de que cosas y de que experiencias pasadas está hecha. Escucha la respuesta de tu terapeuta o pregunta a personas que hayan pasado por terapia y les funcionase.
Busca momentos en tu vida donde esa regla no se cumpla, y ya haya pequeños cambios. Merece la pena detenerse en esto y hablarlo. Si no crees que puedas cambiar, avanzar en tu proceso personal será infinitamente más difícil, como si te hicieras la zancadilla a ti mismo cada vez que intentases avanzar.
Espero que esta entrada de blog te haya ayudado. Si tienes alguna duda más, no dudes en ponerte en contacto con nosotros y trataremos de responderla.