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Cuando nos cuesta empezar algo

“Somos lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito” Aristóteles

Todos hemos tenido la experiencia de que nos cueste empezar algo. Llegan ciertas fechas, como Año Nuevo o el inicio de un nuevo curso, y nos proponemos hacer cosas nuevas, o mejorar en algo. Pongamos un ejemplo que le ha ocurrido a mucha gente: el deporte. Imaginemos que te has propuesto salir a correr todos los días nada más despertarte.

Te sientes lleno de motivación y ganas de empezar, asique el primer día superas la pereza y te levantas, te vistes, y sales a correr.

El segundo día, animado porque ayer lo hiciste, vuelves a salir.

El tercer día te cuesta más, pero lo haces. Las agujetas te pesan y ya no corres tanto como querrías.

El cuarto día, te duelen las piernas, ha empezado a llover, o simplemente se te ha olvidado poner el despertador, asique no sales. Te sientes fatal, y te comprometes a salir al día siguiente. Tal vez incluso pienses en hacer un poco más, para compensar lo que no has hecho hoy.

Quizás el quinto día salgas, aunque parece que te cuesta mucho más.

El sexto día, no sales.

El séptimo, desanimado por las agujetas, el frío y sobre todo por las veces que has fallado, te quedas en casa.

El octavo, ni lo intentas.

No importa si la descripción de los días se ajusta a tu experiencia o no. Hay gente que no pasa del segundo día, y otros aguantan unas semanas. Quizás el deporte te encante y no te sea un problema, quizás esto te ha ocurrido a la hora de proponerte estudiar, o leer. Pero empezar siempre cuesta.

Lo que quiero señalar es la experiencia. Todos queremos y nos proponemos empezar cosas nuevas, aprender habilidades y mejorar nuestra vida y ser más felices de algún modo. Crear nuevos hábitos, nuevas rutinas. Sin embargo, pese a toda nuestra motivación, en algún momento flaqueamos.

La verdad es que la motivación viene y va, y confiar solo en ella para mantener una rutina, o para dejarla (como fumar o usar menos las redes sociales, por ejemplo), no es suficiente. La vida es imprevisible. Por mucho cuidado que pongamos en hacer el plan perfecto del día, siempre habrá momentos en que la vida lo haga inviable, y siempre habrá momentos en que tengamos más o menos motivación que en otros.

Conocer nuestros límites, aceptarlos con cariño y utilizar nuestras fortalezas siempre es el camino a seguir. Machacarnos por lo que hacemos mal, o por nuestras “recaídas” si estamos dejando algo, no solo no ayuda, sino que te empuja a dejar de intentarlo.

¿Pero como empezar?

Porque hay gente que lo consigue. Y todos nosotros hemos conseguido también convertir cosas en rutinas hasta que se hace fácil. El primer día del gimnasio cuesta mucho. Cuando llevas un año, es más fácil. Hay un punto en el que un hábito se vuelve automático.

La regla de veintiún días

La regla más conocida es la de los veintiún días, según la cuál a partir de que llevas veintiún días haciendo lo mismo se vuelve más fácil y deja de costar tanto esfuerzo. La experiencia nos dice que cada persona puede necesitar más o menos días, pero que al final llegará un punto donde efectivamente deje de costar tanto. Lo verdaderamente difícil es llegar a ese punto.

Cuando nos proponemos empezar algo nuevo, como por ejemplo empezar a tocar la guitarra, hay ciertas cosas que ayudan.

Ayuda tener una señal previa clara y específica de que vamos a empezar a tocar la guitarra. Por ejemplo, empezar a tocar la guitarra nada más llegar a casa.

Si esperamos media hora, simplemente por descansar, la señal no es clara del todo. Es importante decidir cuándo, cómodo y dónde vamos a hacerlo, pero también justo después de qué. Aquí nos encontramos el primer obstáculo: La comodidad. Cuando intentas introducir algo nuevo en tu horario, obviamente había algo ya que hacías en ese tiempo.

Quizás solo veías la televisión, o mirabas tus redes sociales. La tentación y la inercia están ahí para volver a hacer lo de siempre. Por eso es importante dificultar la rutina anterior. Apaga el teléfono antes de llegar a casa, o esconde el mando del televisor en la habitación de al lado antes de salir de casa. Parece un gesto tonto, pero todo ayuda a hacer lo que quieres hacer.

Registra tu rutina

Para empezar esta nueva rutina, vamos a llevar un registro. Yo suelo llevarlo en Excel porque me ayuda a organizar la información, pero hay aplicaciones que te pueden ayudar a hacerlo fácilmente.

Vamos a puntuar lo que hemos hecho según tres niveles. El nivel 3 es lo ideal, lo que te has propuesto lograr. Por ejemplo, un tres puede ser tocar la guitarra durante una hora.

El nivel 1, por lo contrario, va a ser algo que puedas hacer en menos de dos minutos. Esto es importante, tiene que ser algo que dure menos de dos minutos.

En el caso de tocar la guitarra, por ejemplo, puede ser sacar la guitarra de la funda y sentarte con una partitura delante.

Para salir a correr, puede ser vestirse con la ropa.

Para pintar, puede ser sacar las pinturas y los pinceles.

Para leer, puede ser sentarte y leer un solo párrafo.

Intenta pensar en la primera acción que necesitas para hacer lo que quieres, y el nivel 1 será lo que te dé tiempo a hacer en menos de dos minutos.

El nivel 2, será lo que quede entre medias. No olvides empezar las rutinas de una en una. Te va a llevar un esfuerzo, ya harás la siguiente cuando te cueste menos la primera.

¿Para que sirve esto de los niveles?

Si te comprometes a conseguir al menos el nivel 1 de este nuevo hábito, estas comprometiéndote con algo fácil de conseguir.

Siempre puedes conseguir dos minutos y el esfuerzo no es grande, así nunca tienes días en los que no hagas nada, porque el nivel 1 es así de fácil.

Esto da tres ventajas:

  • La primera es que no hay días “que no cumplas”, por lo que es más difícil que te machaques y dejes de intentarlo. Es una manera de ser respetuoso con tus límites y aceptar que no siempre estas tan motivado, aunque sea algo que te guste.
  • La segunda ventaja es que lo que más cuesta es siempre el primer paso. Cuando tengas la guitarra entre las manos, será más fácil que toques algunos minutos. Cuando te hayas puesto la ropa de deporte te será más fácil bajar a correr. Leer una página te picará para leer una segunda. Y si no quieres no pasa nada, ya has cumplido por hoy.
  • La tercera ventaja, es que cuando hacemos algo de forma constante, aunque sea poco cada día, hacemos mucho más de lo que creemos. Aquel que toca la guitarra diez minutos todos los días, toca mucho más al final del mes que aquel que toca dos horas, pero luego lo deja. Imagínate al cabo de un año.

¿Por qué hablo de este tema?

Porque todos queremos aprender y empezar cosas nuevas y nos hace feliz hacerlas. Nos ayuda en el camino de la autorrealización y así lo podemos hacer de una manera cariñosa y empática con nosotros mismos.

Apostando por alentar nuestros sueños y no empeñarnos en aplastarlos antes de que den fruto. En mi vida personal, yo he utilizado estos trucos y funcionan.

Ahora he incorporado estos registros a mi horario semanal y me permite planificar mi tiempo para hacer lo que realmente me gusta. Eso me hace sentir más feliz, porque hago lo que quiero y me cuido en lo que necesito.

Pero como siempre, esto no es fácil ni esta exento de obstáculos, muchos de ellos emocionales.

Si buscas ayuda para empezar algo, nosotros en Karuna Psicología estaremos encantados de dártela.