“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo” Evelyn Beatrice Hall
¿Tiene un papel el enfado en nuestras sociedades?
La tentación es reprimirlo, como si eso fuese una solución para evitar la violencia. El común de las personas preferiría no escuchar su enfado ni el de otros. Así, se mantendría un status quo donde, aunque haya cosas que estén mal o necesitan mejorar, uno se sentiría seguro.
Así somos las personas, preferimos “el mal conocido que lo malo por conocer”, aunque ese mal conocido nos esté haciendo daño. El cambio nos aterra, y es que el enfado trae cambios. No se queda mirando impasible las injusticias, o se queda sin fuerzas ante lo que está mal.
El enfado llama a la acción social. Llama a la denuncia y a la movilización. Llama al cambio.
Nuestra sociedad, sin embargo, tiende a apagar el enfado tan rápido como se apaga un incendio.
Los medios de comunicación y las redes sociales nos mantienen entretenidos, cebándonos lo que nos gusta y divierte, sumiéndonos en el mayor sueño hipnótico de nuestra historia. Ignoramos mucho de lo que ocurre.
No es que no sepamos que no hay niños muriendo en África de hambre, o que no hayamos visto a ese vagabundo dormir en la calle los últimos dos años. Es que no los tenemos en mente porque estamos entretenidos.
“Ojos que no ven, corazón que no siente”, dirían nuestros padres. “Pan y circo”, dirían los emperadores romanos.
Somos solo medianamente conscientes de muchas cosas que atacan nuestros valores. Como por ejemplo que tal o cual empresa fabrica sus productos explotando a personas del tercer mundo, o contaminando el medioambiente, pero ahí están, con su tienda en pleno centro de tu ciudad. Aquí entra en juego la cara menos amable de la “normalización”.
Nos vamos a acostumbrando a estas situaciones, vemos que los demás no reaccionan, y poco a poco los aceptamos. A veces, por pura coherencia, tenemos que inventarnos justificaciones o nos toca revisar nuestros propios valores.
¿Cómo me sentiría si mi marca de ropa favorita explota a gente en la India? Así, nuestro enfado va apagándose.
Normalizar el enfado
La normalización funciona como esa vieja metáfora de la rana que metes en el agua y vas calentando poco a poco. La rana no se da cuenta del cambio de temperatura porque se va acostumbrando y no hace nada. Finalmente acaba muriendo del calor.
Nosotros somos igual, acumulamos cosas a las que nos vamos acostumbrando. Si alguna vez nos damos cuenta de que algo está mal, la ausencia de respuesta por parte de los demás nos vuelve a abocar al conformismo.
El poder del grupo es enorme. En psicología es famoso un experimento en el que los investigadores le enseñaban a un grupo tres líneas. Dos de ellas iguales y la otra claramente no. El investigador les preguntaba si las líneas eran o no iguales, pero se había compinchado con el grupo para que dijeran que sí excepto con la persona que estaba participado en la investigación.
Cuando todo el grupo decía que sí, el sujeto experimental coincidía solo por pura presión de grupo. Así, la sociedad también induce al conformismo.
No cuento todo esto para inducir una rebelión masiva y salir a las calles agresivamente. Eso nunca arregla nada. La violencia es el camino de las dictaduras, no de las sociedades democráticas. De lo que hablo es justo de lo que fundamenta una democracia: la participación ciudadana.
Cada vez hay más abstenciones cuando tocan elecciones, especialmente entre los jóvenes. La gente está desilusionada con los políticos, al menos en España. Hay cierta sensación de “para que votar”, porque total luego cada uno hace lo que quiere.
Ni siquiera se refuerza votar lo que uno realmente quiere, sino que se llama al “voto útil” como si una democracia debiera estar regida solo por partidos centrales, y a ser posible sin negociación alguna para llegar a una mayoría. No, la democracia tenía otra idea.
Se basa en la participación real de todos. Que cada uno pudiese dar su opinión y sentirse parte de todo el grupo. Si no tenemos la sensación de que nuestra participación no tiene un impacto real, por pequeño que sea, todo el sistema carece de sentido.
Y eso genera una frustración enorme, y las personas frustradas se viran hacia posiciones políticas cada vez más extremas. Y a posiciones más extremas, más difícil se vuelve el diálogo (cuidado, sigo siendo posible si hay actitud democrática real).
Influencia de los medios de comunicación
Las redes sociales y los medios de comunicación influyen mucho en esta radicalización de las opiniones. Buscan nuestra atención, y los videos/noticias/artículos más extremos siempre recaban más atención.
Cuando Trump ganó las elecciones, mucha gente se sorprendió. En EEUU un sector importante ni siquiera le había tomado en serio, pero ganó. Escuche la opinión de un comentador que me pareció que hablaba de algo importante que también pasa aquí, en España.
Hay cierta presión por “lo políticamente correcto”, que no es nada desdeñable. Por decirlo sencillamente, hay cosas que se dan por sentadas y que “se fuerzan” a todos. Por ejemplo, temas como los derechos de los homosexuales o el feminismo.
Cuando se expresa una opinión contraria a esto, hay tanto señalamiento social que la persona se siente avergonzada. Eso no quiere decir que la persona haya cambiado de opinión, solo que se ha callado. Se sentirá excluida de su derecho a expresarse y rencor contra aquellos que le censuraron.
Así es como ese comentador explicó la llegada de Trump al poder. Toda esa gente se calló y no lo dijo en voz alta, pero se volvía cada vez más radical. Cuando esto pasa, ocurren dos graves problemas. Por un lado, negamos la oportunidad a esa persona de expresar su opinión, y segundo, nos negamos a nosotros mismos la oportunidad de hablar y tratar de convencerle y de que él/ella nos convenza.
Dialogando es como la democracia se actúa. Hablando es como llegamos a entendernos y acordamos cosas. Cuando quitamos ese derecho, las opiniones se radicalizan. Ahora todo el mundo parece en posesión de “su verdad” y por miedo a no ofender y ser políticamente correcto se acaba dialogando menos y nos vanos alejando.
Así se gestan guerras civiles. ¿Recuerdas lo que mencione de interrumpir o reprimir el enfado? A más lo reprimes, más fácil es que se convierta en violencia. La mejor manera de evitar la violencia es permitiendo el enfado que nos lleva a expresar con asertividad y dar nuestra opinión o nuestras necesidades. Si lo combinamos con el respeto con el otro, podemos llegar a hablar. Y de hablar al acuerdo. Y de ahí a sentirnos participes de esa “fiesta de la democracia” de la que tanto se habla.
Me encantaría ser capaz de decir alguna cita de Beatrice Hall, pero soy una persona con mis límites y aún no puedo. Seguramente tu tampoco, pero no importa. No hay que aceptar cualquier opinión, solo aceptar a cualquiera que lo diga. Las personas siempre son dignas de ser aceptadas, da igual las barbaridades que digan o hagan.
No tienes que ser capaz de aceptar absolutamente todo, simplemente déjate abrir un poco más el corazón y escuchar a quien tienes delante un poco más. No cierres de golpe la puerta pensando que es imbécil o tonto o que lo han manipulado o cosas así. Acoge al otro, recupera tu voz y habla.
Volver a recuperar nuestra voz y el sentido del diálogo aumenta nuestra conciencia de los problemas a nuestro alrededor. A más conciencia tengamos sobre un tema dado, y más hablemos sobre ello, más aumenta la presión política. Aquel libro de Stephane Hessel se llamaba “Indignaos”.
Eso es justo lo que necesitamos, sentir la fuerza y la energía de la indignación (enfado) y dirigirlo para promover cambios. Hacernos escuchar y asumir nuestra responsabilidad en provocar el cambio que queremos ver. Esto nos ayuda a romper el sueño hipnótico de nuestra sociedad y nuestra comodidad.
Un ejemplo claro de todo esto es la emergencia climática. Todos sabemos que el planeta está cada vez en peores y peores condiciones. Lo estamos devastando y provocando la sexta extinción masiva en la historia de nuestro planeta. Los datos de los científicos (no de partidos políticos, sino de científicos, mirad el informe del IPCC) nos muestran que a este ritmo dentro de muy poco tiempo el planeta será inhabitable si no actuamos.
Ya no podemos arreglar el problema, solo podemos evitar lo peor de lo que está por llegar y asumir la catástrofe que se nos viene encima. A muchos les impactará lo que acabo de escribir, algunos incluso pensarán que estoy exagerando, pero la verdad es que me estoy quedando muy corto.
Lo verdaderamente grave es que a la gente le preocupa el medio ambiente, sabe que está siendo destruido y que es algo muy grave, quieren evitarlo… pero probablemente no saben mucho en profundidad. No se han informado especialmente, y nadie parece hablar de ello en los medios de comunicación.
Pueden ignorarlo y seguir con sus vidas como si nada. De esto es lo que hablaba. Este ejemplo que he usado lo he hecho adrede por algo fundamental que a nadie se le puede escapar: Todos queremos sobrevivir. Es nuestra supervivencia como especie lo que está en juego, y cuando silenciamos y nos silencian nuestro enfado, obviamos las cosas realmente importantes, como esta.
Conclusión de tus psicólogos en Madrid
El enfado nos moviliza, el enfado nos recuerda que es importante. El enfado