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Navidad, o dulce (O no tan dulce) Navidad.

La Navidad como cada año comienza a acercarse a nuestras vidas. Las luces parpadean, las canciones suenan por todas partes, y parece que todo el mundo se sintoniza con una especie de magia colectiva. Pero, ¿y si tú no la sientes? ¿Y si, en lugar de alegría, esta época te trae tristeza, nostalgia, ansiedad o simplemente una desconexión total?

Quiero decirte algo desde el corazón: es completamente válido sentirte así. Nadie está obligado a amar la Navidad ni a encajar en el molde de felicidad que parece imponerse. Tus emociones, sean cuales sean, tienen un propósito, y merecen ser escuchadas y respetadas. No estás solo/a en esto, aunque a veces pueda parecerlo.

Hay algo en la Navidad que despierta emociones intensas. Para algunos, es un periodo lleno de risas y reuniones cálidas. Para otros, sin embargo, puede ser una temporada de recuerdos dolorosos, conflictos familiares o simplemente una sensación de no pertenecer. Y ambas experiencias son igual de válidas.

Sentir tristeza no está mal.

Tal vez la tristeza te golpea con fuerza al recordar a alguien que ya no está. Las sillas vacías en la mesa, los momentos que solían ser felices y ahora solo traen melancolía. Es normal que duela. A veces, parece que la Navidad amplifica esa sensación de pérdida, como si la ausencia fuera más grande cuando todo a tu alrededor grita “reunión” y “familia”. Pero aquí está la verdad: sentir tristeza no está mal. No necesitas estar “bien” solo porque sea Navidad. Llorar, recordar y abrazar lo que sientes es una forma de honrar tus emociones y a la persona que extrañas.

Otros tal vez se sientan frustrados o incluso enfadados. Las dinámicas familiares pueden ser complicadas, y esta época a menudo pone bajo la lupa aquellas tensiones que solemos evitar el resto del año. Tal vez es un comentario desafortunado, una conversación que siempre termina mal o simplemente la sensación de estar en un lugar donde no encajas. El enfado, al igual que cualquier emoción, es válido. A menudo, nos está diciendo que algo no está bien para nosotros, que necesitamos establecer un límite o alejarnos para protegernos.

No necesitas hacerlo todo ni hacerlo perfecto.

Y luego está la ansiedad. Esa sensación de que todo debe salir perfecto: la reunión, la cena, los regalos. La presión por cumplir con las expectativas sociales puede ser abrumadora. Tal vez no te sientes a la altura, o simplemente no tienes energía para todo eso. Déjame decirte algo importante: no necesitas hacerlo todo ni hacerlo perfecto. Las expectativas de los demás no deben definir tu experiencia de la Navidad.

También puede suceder que simplemente no sientas nada especial en estas fechas. La indiferencia o desconexión son emociones que a menudo se malinterpretan como frialdad, pero en realidad son una forma válida de vivir estas fechas. Si no conectas con la Navidad, no significa que algo esté mal contigo. Quizás esta época no tiene un significado especial para ti, y eso está bien.

Una de las cosas más poderosas que puedes hacer por ti mismo/a en esta Navidad es validar lo que sientes. Es un acto de amor propio que consiste en aceptar tus emociones tal como son, sin juzgarlas ni tratar de cambiarlas para encajar con las expectativas de otros.

Imagina que tus emociones son como mensajeros que vienen a decirte algo importante. La tristeza, por ejemplo, puede ser una señal de que necesitas consuelo o espacio para procesar algo. El enfado puede ser un llamado a proteger tus límites. Incluso la indiferencia puede estar diciéndote que necesitas un respiro de las demandas externas.

Escuchar esos mensajes puede ser transformador. Tómate un momento para conectar contigo mismo/a. Pregúntate: ¿qué estoy sintiendo realmente? ¿Qué necesito en este momento? Tal vez necesites tiempo a solas, o tal vez necesites hablar con alguien de confianza. Sea lo que sea, date permiso para priorizarlo ya que este puede ser el regalo más valioso que puedas hacerte estas navidades.

Por otro lado, si hay algo que duele especialmente en Navidad, es la ausencia de quienes ya no están. Puede ser un ser querido que falleció, alguien con quien has perdido contacto o una relación que se terminó. La nostalgia puede ser abrumadora, y está bien dejar que esa emoción te atraviese. No necesitas ser fuerte todo el tiempo.

Honrar la memoria de esa persona puede ser una forma de canalizar ese dolor. Tal vez quieras encender una vela, escribir una carta o simplemente hablar de ellos con alguien que los conoció. Estos pequeños gestos pueden traer consuelo y recordarte que, aunque ya no estén físicamente, su amor sigue contigo.

No todas las familias son como las de los comerciales navideños, y eso está bien. Para algunas personas, las reuniones familiares son motivo de alegría, pero para otras, son una fuente de estrés o incomodidad y dolor profundo. Tal vez hay tensiones no resueltas, dinámicas tóxicas o simplemente personas con las que no te sientes a gusto o incluso son dañinas para ti. Es válido no querer participar en esos encuentros.

Priorizar tu paz no te hace egoísta.

Si decides asistir, recuerda que puedes establecer límites para proteger tu bienestar. Por ejemplo, si sabes que ciertos temas te harán daño, evita entrar en esas conversaciones. Y si en algún momento sientes que la situación es demasiado para ti, está bien retirarte. Priorizar tu paz no te hace egoísta.

Además, la sociedad tiene una forma particular de dictar cómo “deberíamos” vivir la Navidad. Todo parece girar en torno a la felicidad, los regalos, las tradiciones y las reuniones. Pero, ¿qué pasa si tú no te sientes así? Fingir alegría puede ser agotador, y no deberías tener que hacerlo.

Permítete ser auténtico/a. Si no estás de humor para celebrar, está bien. Puedes encontrar formas alternativas de pasar estas fechas, ya sea dedicándote tiempo a ti mismo/a, ayudando a otros o simplemente descansando. La Navidad no tiene que ser como las películas; puede ser lo que tú necesites que sea.

Así que quizás este año sea el momento de reinventar la Navidad para ti. No tiene que ajustarse a un molde predeterminado. Tal vez quieras hacer algo completamente diferente, como dedicar el día a leer, ver películas que no tengan nada que ver con las fiestas, cocinar algo que disfrutes o simplemente no hacer nada. También puedes aprovechar para reflexionar, conectar contigo mismo/a o pasar tiempo con personas que realmente te hagan sentir bien.

Al final, la Navidad no tiene que ser perfecta. No tienes que seguir las tradiciones si no resuenan contigo. Y no necesitas justificarte por sentirte como te sientes. Lo más importante es que encuentres una forma de vivir estas fechas que te haga sentir en paz contigo mismo/a.

Sea cual sea tu experiencia esta Navidad, recuerda esto: eres suficiente tal como eres. Tus emociones, sean de alegría, tristeza, enfado o indiferencia, son parte de lo que te hace humano/a. No necesitas fingir, cumplir expectativas ni forzarte a celebrar si no te sientes bien.

Esta Navidad, date permiso para ser auténtico/a, para priorizar tu bienestar y para vivir estas fechas de la manera que mejor se alinee contigo. Porque al final, lo más importante no es cómo se ve la Navidad desde fuera, sino cómo te sientes tú por dentro. Y mereces sentirte en paz.