Skip to main content

¿Quién soy yo?

Una de las grandes preguntas del ser humano, ¿quién soy yo? ¿Cómo sé que estoy siendo yo misma? ¿Acaso me conozco? ¿Hago lo que hago porque realmente quiero, o porque se me empuja a ello? ¿Cuál es mi esencia? ¿Tengo una esencia? ¿Se parece mi esencia a la de el resto de seres humanos, o es única? ¿Alguien me conoce mejor que yo misma?

Todas estas preguntas me vienen rondando desde hace tiempo, como ser humana que soy. Desde los comienzos de la consciencia, de la filosofía, del pensamiento… esta es una de las preguntas más grandes de la humanidad. Y dependiendo de la época de la vida surge con sus matices, con sus propias respuestas…

Recuerdo cuando tenía 15 o 16 años, en clase de Filosofía, mi profesor nos mandó hacer un trabajo respondiendo a esta pregunta. Mi respuesta fue un relato, casi un poema.

No me acuerdo de las ideas concretas, ni de las palabras, solo sé que me dejé fluir con lo que sentía en el momento y me describí con metáforas. Tengo la imagen de levantarme en medio de la clase, como si lo pudiera ver desde fuera, como si fuera una película.

Me veo leyendo en voz alta lo que había escrito.

“Quién soy yo”.

Me presenté, me describí. En media cara de folio, con unas cuantas frases enrevesadas de adolescente que se hace la interesante. El profesor, aunque era muy exigente, me aplaudió mucho mi texto. Me dijo que no había escuchado antes una respuesta mejor. Yo, sinceramente, no le entendí.

Me quedé muy contenta, por supuesto. Me sentí orgullosa y mi ego se alimentó con ganas. Seguía sin tener ni idea de quién era. De hecho, pienso ahora, si tanto alimentó mi valía su aprobación, es más evidente todavía que no había ni una seguridad ni una certeza de mi propio ser. Sigue sin haberla a día de hoy. Habría sido impresionante que con solo 15 años hubiera tenido la respuesta que el mundo entero se pregunta sobre sí mismo.

En este momento de mi vida vuelve esta pregunta a rondarme. Según me voy conociendo, voy haciendo más proceso de introspección, exploración y terapia, casi que me surgen más dudas que respuestas.

Además, hace poco leí un libro que se llama “Terapia Gestalt, La Vía del Vacío Fértil”. La Terapia Gestalt, que es un tipo de Terapia Humanista (como lo es la Terapia Focalizada en la Emoción, desde la que trabajamos en Karuna) que pone mucho foco en el carácter, el autoconcepto… a fin de cuentas, en este “quién soy yo”.

Según vamos creciendo nos vamos adaptando a nuestro mundo. Y, aunque todas vivamos en el mundo, cada persona tiene el suyo particular. Su propia casa con sus propias dinámicas, sus propios vínculos, su manera de sentir, de poner foco a unas u otras cosas…

La idea de quiénes somos

Es decir, su propia manera de aprender a sobrevivir de la mejor manera posible a su mundo. Esto nos va construyendo un autoconcepto. La idea de quiénes somos, la manera en la que nos contamos y le contamos al mundo quién soy, cómo soy.Soy amable, soy llorón, soy muy fuerte, soy poderosa, soy fea, soy sensible, soy organizada, soy vergonzosa, soy gruñón…”. Esto que soy, y por lo tanto lo contrario no lo soy.

Leer este libro me ha llevado también a tener la pregunta en la cabeza. Y me ha hecho ver con claridad que no soy mi autoconcepto. No soy quien me cuento que soy, ni quien le muestro al mundo que soy. Bueno… también puedo ser eso, pero no solo.

Y, de hecho, creerme que esa soy yo me limita en muchas ocasiones. Por supuesto, si es quien me he contado que soy, es porque es quien he necesitado ser para sobrevivir a mi mundo. Pero el mundo va cambiando… Y yo me hago mayor.

Cuando somos peques necesitamos adaptarnos como sea a nuestro mundo para que nos acepten, para que nos quieran, para seguir acompañadas… Utilizamos las estrategias que sean para sobrevivir. Y eso a veces implica hacer muy fuerte una parte de nosotras, dejando a su opuesta olvidada y muchas veces despreciada.

Leyendo este libro le he puesto, como decía, más claridad, a que nuestro organismo necesita de todas sus posibilidades para responder a un ambiente en permanente cambio. Si yo me he contado que soy muy buena y amable , porque así es como recibía el amor en mi casa, quizás no me permita “ser mala” si la situación lo requiere. Ser mala, por ejemplo, podría traducirse en enfadarme, en protegerme si lo necesito.

Construimos un autoconcepto que compite con el “self”, el “yo misma”, mi esencia. De esta manera voy perdiendo opciones en mi vida, porque no me permito ser quien me he contado que no soy. Así este autoconcepto desaprueba dentro de cada persona cada expresión que no se ajuste a él y aplasta las autoexpresiones genuinas que no se adapten a él.

Esto, en Terapia Focalizada en la Emoción, se podría traducir como nuestra crítica. Cuando se nos escapan atisbos de aquello que te has contado que no puedes ser, viene a castigarte. Por seguir con el ejemplo del enfado: “Eres mala, eres dañina… no vales”. Podría decir la crítica.

A veces “soy mala”

Porque claro que a veces “soy mala”, claro que a veces me enfado. Pero “ser buena” fue tan importante en mi infancia y mi adolescencia para sobrevivir a mi entorno, para “valer”, para que me quisieran, que es muy difícil darme cuenta de que enfadarme no solo es una opción, sino que es una opción que necesito.

Cada rasgo o aspecto de mi autoconcepto, de quien me he contado que soy, tiene un opuesto, lo que no me dejo ser pero que por supuesto también soy. Y es importante ir pudiendo, poco a poco y con amor, darse espacio a esa parte, que se integre en mí. Para ir encontrándome, conociéndome, pudiendo responder de una manera más real a esa pregunta… ¿Quién soy? Y, sobre todo, para poder moverme por el mundo de una manera menos estática, más espontánea, más auténtica. Pudiendo no solo responder a “quién soy yo”, sino también serlo, sin culpa ni vergüenza.